El acuerdo no tenía fallas: lo nuestro serían encuentros furtivos previamente trabajados con un arduo coqueteo. Eso bastó para que el verte me evocara un sinfin de emociones y la oxitocina se me acelerara constantemente; haberte tenido tan cerquita fue más que placentero. ¡Qué momento tan bochornoso! Ni modo, debo ser honesta: aunque el love bombing ya pasó, te miro y te deseo.
A pesar de lo mucho que disfrutamos el anonimato, algo extraño sucedió y aun no lo entiendo: Me mandaste señales confusas, algo similar a lo que viví hace mucho tiempo, tipo "me atraes, pero no puedo estar contigo": pero también hubo un manifiesto de "celos", luego cierto desinterés. Lo anterior ha sido una montaña rusa de emociones que me han confundido y que me mantendrá así porque sé que al preguntarte qué cambió responderás "Nada, todo chido". Así me quedaré, con un sobrepensamiento innecesario ante una "relación" que lo tenía "todo" claro: los vínculos afectivos estarían fuera del "contrato".
En este punto, considero pertinente precisar que no estoy hablando de amor, yo no me puedo dar el lujo de enamorarme así de fácil. Hablo de la atracción, el tener con quien sucumbir ante la pasión y la compañia que nos hacía falta a los dos. No obstante, la incertidumbre expuesta en el párrafo anterior me invitó a reflexionar acerca de lo que nos resulta más conveniente, no encuentro otra opción: El juego terminó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario